EL CREDO SABINIANO DE QUEQUÉ

(...) tengo la cabeza llena de versos de Sabina que se me aparecen a medida que los acontecimientos me sacuden, aunque no parezcan guardar relación. Por ejemplo, si estos días me voy de compras, me viene aquello de “Huyendo del frío busqué en las rebajas de enero/y hallé una morena bajita que no estaba mal”, y no se me quita de la cabeza hasta que vuelvo a casa, “resuelvo un crucigrama/me enfado con las sombras que pueblan los pasillos/y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama”. Cuando oigo a Aznar pedir irónicamente perdón por ser tan tonto, tarareo esa que dice “El más capullo de mi clase (¡que elemento!)/llegó hasta el Parlamento”; cuando pienso en el buen rollo que destilaba la última mani neocon, me canturreo “Habían pasado ya los nacionales/habían rapado a la “señá” Cibeles”; y si me hablan del juez que ha prohibido el carnaval en Tenerife por superar los 55 decibelios, no puedo evitar susurrarme “Ruido como sables/ruido enloquecido/ruido intolerable/ruido incomprendido”. Pensarán que vivo obsesionado con el credo sabiniano, pero qué quieren que les diga: a otros les pasa lo mismo con la Biblia y nadie les llama enfermos.

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