ENTREVISTA A SABINA EN 1990

Gracias a que el diario El País ha abierto su hemeroteca a todos los lectores de manera totalmente gratuita estoy encontrando joyitas sabineras de hace muchos años. En 1990 Rosa Montero entrevistaba a Joaquín Sabina sacándole "sabinadas" como éstas:
-Pues la verdad es que uno es mucho más imbécil de lo que uno cree. Es decir, yo voy en un taxi y veo carteles míos pegados por las paredes y, si viene alguien conmigo en el taxi, miro de reojo para ver si se ha dado cuenta de que yo estoy ahí. Hago como que no me entero, pero... Lo peor que puede pasarte es que la ciudad esté empapelada y que la chica que va en el taxi no se dé cuenta.
-Yo carezco de costumbres: no me acuesto, no como, no desayuno nunca a la misma hora; no desayuno nunca las mismas cosas. Estoy tan bien en un hotel como en mi casa; y puedo leer un libro al día durante dos meses y luego pasarme medio año sin abrir un volumen. Y no tengo ningún sistema fijo de trabajo. Toda la gente que conozco de mi edad, y aun con diez años menos, poseen costumbres. Pero yo no, y eso me alarma. Porque físicamente resulta agotador
-Yo por ejemplo, siempre he escrito de madrugada. Mi último disco, Mentiras piadosas, lo escribí de dos a seis de la madrugada, aquí, en casa. Y luego, a las seis de la mañana, me iba a un bar en donde me dejaban una oficinita, porque el dueño es amigo mío. Y ahí participaba de todo el mogollón del bar, y, al mismo tiempo, podía seguir escribiendo. A partir de determinada hora de la madrugada, sabes que cualquier tipo con el que te cruces en un retrete es un golfo, y eso es muy excitante.

Publicar un comentario

2 Comentarios

Maravillosa entrevista, por cierto. Muchas gracias por recordárnosla.
Anónimo ha dicho que…
No es una costumbe, no es una rutina, pero para escribir, la anarquía de horarios es lo más recomendable. A mí también me pasa. Los mejores artículos los he escrito siempre por la noche. Sin embargo no me gusta la noche para leer, prefiero la tarde, para escribir, sin duda la noche es la mejor hora, aunque insisto, el espíritu dicta tu ritmo de trabajo, no lo cita una rutina diaria, impuesto por los ritmos productivos del sistema económico.