CRÓNICA DEL CONCIERTO DE AUTE EN EL CIRCO PRICE

Mi compañero de Radio SOL XXI José Luis Dueñas tuvo la suerte de asistir al último concierto de Aute en Madrid, y así fue como lo vivió:

Caía la noche como ansiado maná capaz de librarnos de las penurias de un caluroso julio en Madrid cuando el Circo Price, sumido en una arrebatadora oscuridad, desató las imágenes del cortometraje El niño y el basilisco. Una embriagadora experiencia con la que el polifacético Aute (Manila, 13 de septiembre de 1943)nos daba la bienvenida dando para ello rienda suelta a sus fantasmas, a sus temores, a ese “yo” capaz de reconocerse en otro tiempo pero incapaz de hacerlo en su propia imagen.
Casi veinte minutos después aparecía el maestro, con aire tranquilo, paso liviano y ciertamente algunas cicatrices más mayor para regalarnos El niño que miraba el mar, su nuevo trabajo y  tal vez el más personal de los últimos tiempos (si es que en Aute se puede usar ese cliché ), repleto de poesía que se derrama a lo largo de doce nuevos temas complementados, como siempre, por la íntima y suave voz de un autor que, a pesar de rondar los setenta, conserva intacto el humor , la desvergüenza y por supuesto la labia en su discurso y letras.
Cera perdida dio el pistoletazo de salida a un recital en el que nuevas canciones como  la evocadora  Un ser humano  o las críticas con los tiempos actuales El basilisco o Feo mundo inmundo se entrelazaron con la magia de otras de discos anteriores como Esta noche,  Quiéreme o A día de hoy bien llevadas por un Aute que en su faceta de orador, fue capaz de embaucar a un público entregado desde el comienzo, con vivencias y esperanzas de este no tan amable mundo en el que vivimos.
Para el final y el recuerdo , tras casi tres horas y más  de una veintena de canciones, quedaron gratas sorpresas como el inesperado dueto con David Villanueva(editor del propio Aute y  también cantautor madrileño) o  temas como Anda, No te desnudes todavía, De alguna manera  o la eterna Al alba, tan demandada concierto tras concierto y magistralmente interpretada sin más acompañamiento que el de las 800 personas que rompimos el silencio con aplausos que clamaban porque aquel sueño de una noche de verano(que Shakespeare me perdone) no terminara nunca.

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