"El Sabina, ése que canta", como dice una de sus letras, es crápula de profesión. Le pasa también que escribe y habla en endecasílabos porque quiere pero, sobre todo, porque puede. Va de antihéroe y pone el no hay billetes en Las Ventas tantas veces como acude con un micrófono y un bombín en la cabeza. La noche y su abismo lo han dejado con la voz maltrecha, pero a su público, fiel casi hasta el fundamentalismo, le importa bien poco. Sabina tiene artillería de sobra para engatusarlo con sus letras y emborracharlo con su labia medio andaluza, medio castiza, para luego, ya con todo el auditorio entregado y sin defensas, huir detrás del telón. Este año ha se ha buscado a Serrat, un buen camarada. Su gira al alimón, vaya que si promete. M. Muñiz.
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