La vida de Juan Luis Guerra nunca ha sido una letra de Lou Reed. Es como si por el lado salvaje de la vida sólo circularan las estrellas del rock –ya se sabe, sexo, drogas y rock & roll–, mientras que la banalidad y las horas rutinarias estuvieran reservadas para este cantante de merengues. Pero no se lo crean del todo. Tras el éxito casi mundial de su álbum Bachata rosa –han pasado ya más de quince años– , Juan Luis vivió sus días de vino, rosas y sustancias. Tuvo un problema en la vista y frenó su fiebre de absorber la vida.
Quizá por eso, desde hace unos años profesa una religión controvertida, pero de moda en la República Diminicana. Guerra es evangelista. Incluso ha creado una fundación con su amigo Herbert Stern, el oftalmólogo que logró curarle los ojos. Se llama 4-40, como la famosa banda que le ha acompañado tantas veces, y se dedica a ayudar a los necesitados que no pueden pagar sus facturas médicas
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