Dos coristas, Serrat, Sabina, Pancho Varona, Antonio García de Diego y Jose A. Romero
Sabina siempre tuvo en la recámara el “Ocupen su localidad” de hace 20 años, que rescataba y abandonaba como un adjetivo inspirado a un creador. Y Serrat siempre se apoyó en el “Hoy puede ser un gran día” cuando deseaba elevar los biorritmos de su público. Cantarlas seguidas hubiera desencadenado una excitación inigualable. Pero incomparable al que podía lograr algo tan sencillo y absurdo como cantarlas entremezcladas. Cantarlas seguidas suponía un par de arreglos para enlazarlas. Y cantarlas entremezcladas abría un reto enorme de ensayos y generosidad mutua, que ambos han afrontado y superado con nota de ingeniero industrial empollón.
Que Sabina cantara canciones de Serrat y Serrat se animara a poner azúcar en canciones de Sabina era un hecho que se debía consumar una vez propuesta esta fórmula conjunta, pero que podía propiciarse en dosis justas y sin desmayos. Serrat podría haber tocado algún acorde de la “Orilla de la Chimenea” y Sabina “resquebrajar” con su voz el estribillo de Penélope. Pero el supuesto orgullo que a ambos se supone impedía en toda lógica, fuera de este “delirium tremens” que todo explica, que cada uno se aprendiera hasta 4 canciones del otro, con su cuna, su camisa y su canesú. Pero con un par de bemoles, lo han hecho… Y lo han logrado además de forma brillante. Descubriéndonos incluso que no hace falta deslizar el final de la frase como hace Serrat para que el bolso de Penélope pueda seguir siendo de piel marrón… O que tampoco hace falta desgarrarse para que tal vez esa sombra se tumbe a tu lado en la alfombra. Ambos han ido más allá de lo que podrían haber hecho. Cantan más canciones del otro de lo que podíamos creer y además, le dan a todas un perfil especial, que nos las redescubre como ingentes tesoros.
Que Sabina cantara canciones de Serrat y Serrat se animara a poner azúcar en canciones de Sabina era un hecho que se debía consumar una vez propuesta esta fórmula conjunta, pero que podía propiciarse en dosis justas y sin desmayos. Serrat podría haber tocado algún acorde de la “Orilla de la Chimenea” y Sabina “resquebrajar” con su voz el estribillo de Penélope. Pero el supuesto orgullo que a ambos se supone impedía en toda lógica, fuera de este “delirium tremens” que todo explica, que cada uno se aprendiera hasta 4 canciones del otro, con su cuna, su camisa y su canesú. Pero con un par de bemoles, lo han hecho… Y lo han logrado además de forma brillante. Descubriéndonos incluso que no hace falta deslizar el final de la frase como hace Serrat para que el bolso de Penélope pueda seguir siendo de piel marrón… O que tampoco hace falta desgarrarse para que tal vez esa sombra se tumbe a tu lado en la alfombra. Ambos han ido más allá de lo que podrían haber hecho. Cantan más canciones del otro de lo que podíamos creer y además, le dan a todas un perfil especial, que nos las redescubre como ingentes tesoros.
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