
Yo no he sido muy callejero. La llamada canción urbana nunca me interesó demasiado. Es más: detesto la palabra cantautor, me resulta insoportable. Mis canciones intentan ser más reflexivas, más introspectivas, más existenciales, de amor, conceptuales. Son viajes al interior, no al exterior. La calle está porque vivo en una ciudad. Pero mis bares son interiores. Por eso me gusta el tango, que incorpora muchas veces genialmente los dos universos, la calle y la reflexión.
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