R. Yo creo que hoy, los cantautores, vaya con la palabrita, por otra parte, son los raperos y los que hacen hip-hop con sus virulentísimas peroratas. Pero yo niego el término. Salvo los triunfitos, que son sólo intérpretes, aquí todo el mundo hace canción de autor, los grupos y los solistas. Ésa es una palabra, por tanto, desfigurada.
P. ¿Por qué se inventó entonces? ¿Por qué sus canciones llevaban una carga ideológica extra?
R. Yo no he sido muy de utilizar la canción como vehículo ideológico, ahora es imposible ser insensible a lo que ocurre, no sólo individualmente, en las parejas, sino en tu entorno. Pero yo no hago canción política. No denuncio barbaries, yo las enuncio.
P. Pero aquello ha sido un invento a prueba de bombas. Usted y sus compañeros, los Serrat, los Raimon, los Sabina, Víctor Manueles, siguen al pie del cañón, no ha podido con ustedes ni la muerte de Franco, ni la transición... ¿Cómo así, cuando grupos y cantantes anteriores y posteriores a ustedes han sido engullidos por las modas?
R. Insisto en que todos hacemos canción de autor, todos venimos de los Beatles, incluso más que de Dylan. De no haber muerto en esas circunstancias tan raras, me gustaría saber qué haría hoy Lennon. Pero creo que en nuestro caso lo que nos ha hecho sobrevivir es esa dimensión que compartimos y que debe tener todo artista, el vuelo mágico, un aliento poético en nuestras canciones. La poesía para nosotros es lo importante, el mito a alcanzar, lo que nos hace traspasar el espejo para transgredir la realidad: la obra de arte tiene ambición poética o no es nada. A mí me fascinan los magos, me gustaría ser David Copperfield, pero no para sacar conejos de la chistera, sino chisteras de los conejos.
Fragmento de la entrevista de Jesús Ruiz Mantilla en El País
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Shibui. Mi correro es ersatzvonfranz@yahoo.es