
Escuchar al cantautor catalán cantar A la orilla de la chimenea y al flaco de Úbeda, Poema de amor, por citar dos ejemplos, fue un gustazo. Y las proyecciones también jugaron un papel importante, como cuando se pudieron ver las fotos de todos los músicos del escenario cuando eran unos renacuajos, o hermosas y curiosas ilustraciones.
Para la ocasión, Sabina recuperó una pieza de hace 20 años, Mi primo el Nano, que resume la filosofía del encuentro: "Tengo yo un primo que es todo un maestro, / de lo mío, de lo tuyo, de lo nuestro.../ Yo, de joven, quisiera ser como es / mi primo Joan Manuel". Y así, desafiando al tiempo y las enfermedades, siguen estos dos intérpretes de voces cada vez más rotas, pero con el ánimo totalmente recompuesto. Los espectadores que ayer presenciaron esta actuación conjunta no se fueron pensando que pohabían matado dos pájaros de un tiro, sino felices de ver cómo esa ave de dos cabezas del cartel de la gira planea por nuevos y altos horizontes. El último lujo de la velada fue otro apropiado mix: Para la libertad (Miguel Hernández / Serrat) y Que se llama soledad, esa letra de Sabina que reza: "Algunas veces vuelo / y otras veces me arrastro demasiado a ras del suelo".
1 Comentarios