(...) El público sólo puede gritar mientras los primeros compases de El estanque se abren paso entre el delirio para alcanzar los oídos de las más de 30.000 almas que ahora se unen sobre el césped empapado. Las sombras de Juan Valdivia y Enrique Bunbury aparecen tras las pantallas que ascienden para dejar ver al fin a los cuatro héroes sobre las tablas.
Tendrá que ser después de Deshacer el mundo cuando el músico rompa su silencio. Y será para gritar el nombre de su ciudad: "¡¡Zaragoza!!". La noche es fría y a Bunbury no se le escapa "este jodido Pilar...". No se le ocurre mejor modo de calentar al público que invitando a nadar "mar adentro". Bunbury juega sobre el escenario tirando de las poses que antaño le caracterizaron, aunque no se le escapa una sonrisa. El músico controla todo a su alrededor y una mirada basta para entenderse con sus compañeros. Joaquín Cardiel no para de sonreír. Juan observa a su hermano en la distancia y se abstrae en su instrumento. Valdivia no decepciona cuando llega el momento de enfrentarse a sus solos. Y Pedro, cabeza baja, baquetas en ristre golpea contundente la batería adornada con el emblema de héroes. Bunbury presenta a sus compañeros mientras se trasladan desde el escenario principal al secundario. Ha llegado el momento de ver de qué son capaces. Suena La herida, los héroes y su público vuelven a ser uno y a Bunbury se le escapa media sonrisa.
Tendrá que ser después de Deshacer el mundo cuando el músico rompa su silencio. Y será para gritar el nombre de su ciudad: "¡¡Zaragoza!!". La noche es fría y a Bunbury no se le escapa "este jodido Pilar...". No se le ocurre mejor modo de calentar al público que invitando a nadar "mar adentro". Bunbury juega sobre el escenario tirando de las poses que antaño le caracterizaron, aunque no se le escapa una sonrisa. El músico controla todo a su alrededor y una mirada basta para entenderse con sus compañeros. Joaquín Cardiel no para de sonreír. Juan observa a su hermano en la distancia y se abstrae en su instrumento. Valdivia no decepciona cuando llega el momento de enfrentarse a sus solos. Y Pedro, cabeza baja, baquetas en ristre golpea contundente la batería adornada con el emblema de héroes. Bunbury presenta a sus compañeros mientras se trasladan desde el escenario principal al secundario. Ha llegado el momento de ver de qué son capaces. Suena La herida, los héroes y su público vuelven a ser uno y a Bunbury se le escapa media sonrisa.
(...) Valdivia vuelve a estar en su salsa y empieza Entre dos tierras. Apenas ha terminado cuando los héroes se lanzan a por otro éxito seguro. Algunos gritarán, otros se echarán a llorar y muchos más cerrarán los ojos al sentir los compases de Maldito duende. Esta vez los dedos de Juan no tienen duda de cuál es el camino. Avalancha llega ardiendo. Unas llamaradas surgen del escenario mientras la avalancha se traslada al campo y a la grada. La chispa adecuada, sin embargo, ya en los bises llenará de luces La Romareda y de confetis los rostros asombrados de las primeras filas.
Apenas un instante antes de desaparecer entre una lluvia de fuegos de artificio será En brazos de la fiebre, una de las canciones favoritas de Enrique, la encargada de poner el broche de oro a una noche mágica para muchos. Ya lo dijo él: "Casi nunca las cosas duran para siempre".
Apenas un instante antes de desaparecer entre una lluvia de fuegos de artificio será En brazos de la fiebre, una de las canciones favoritas de Enrique, la encargada de poner el broche de oro a una noche mágica para muchos. Ya lo dijo él: "Casi nunca las cosas duran para siempre".
2 Comentarios
Quizás se ya más del concierto de lo que debería y me estoy quitando el fator sorpresa, pero no he podido evitar leer la crónica.
Gracias por publicar el artículo y acercarme algo más a ese momento qeu espero sea fabuloso.