Cada taberna tiene su leyenda, más o menos verídica. En esta ocasión la ruta, caña a caña y vivo a vino, la elige el cantautor Ismael Serrano. La Casa Dani, situada en una arteria del barrio de La Latina, tiene una historia fetén: "Aquí, en una de esas mesas, se escribió La Verbena de la Paloma", asegura Dani Iglesias, de algo más de 30 años, mientras sirve dos chatos de vino a la vieja usanza. "O por lo menos eso es lo que nos dijo el biznieto del autor cuando estuvo por aquí".
Espacio y parroquianos parecen detenidos en el tiempo. Póngase, principios del siglo pasado. "No, no, antes", corrige Dani, al frente del bar desde que su padre, ilustre y conocido vecino, falleció hace tres años. "Esta taberna lleva abierta desde 1875. Y antes fue botica". Quizá donde se guardaban las fórmulas y las medicinas que se precisaban en el Palacio Real, a pocos metros de allí. "O eso dice la leyenda...".
Desde la barra el cantautor escucha la historia con atención, sorpresa y una cañita en la mano. "Vengo mucho por aquí, pero esa historia no la sabía", dice. El trayecto que a menudo hace Ismael para posarse en esta barra es muy corto, ya que su estudio de grabación, Los paraísos desiertos, está casi pared con pared con Casa Dani.
Allí el cantautor madrileño ha compuesto y grabado sus tres últimos trabajos. Ismael tiene también varias historias por contar. Y en su caso, están confirmadas al 100%. La última se llama El hombre que corría tras el viento, una película que se estrenará en abril y donde el cantautor se pondrá por primera vez frente a la cámara. "Es la historia de un hombre que se enamora de una mujer a la que ve tras la ventana, pero no se atreve a decir nada. Trata sobre la incapacidad de asumir riesgos", explica mientras apura la cerveza. ¿Le ocurre lo mismo a Ismael? ¿Suele evitar los riesgos? "No, yo tengo mi propio estudio, mi propio trabajo... He arriesgado bastante, y me siento un privilegiado. Muchos me acusan de anacrónico por reivindicar la figura del cantautor. Vale, no voy a hacer de pronto música electrónica... pero es un género que todavía tiene mucha vigencia". Y si no que se lo digan a las 4.000 personas que llenaron ayer y hoy, domingo, el Palacio de Congresos -con las entradas agotadas-, donde Ismael presentará su nuevo trabajo Un lugar soñado, un disco-dvd grabado en directo este verano en dos de los 10 días que llenó el teatro Gran Rex, de Buenos Aires. "En España tenemos el problema de que examinamos la música demasiado pronto", dice. "Allí en Suramérica sientes como que están esperando un disco para oírlo y luego, si se tercia, criticarlo".
Segunda parada. Sobre la barra de El tempranillo. Rodolfo Serrano, periodista, escritor, poeta y padre del protagonista, espera en la barra con dos amigos. A sus 34 años Ismael Serrano conserva la esencia de aquella tribu de cantautores que llenaron locales como Libertad 8 en los años noventa. ¿No le molesta que le sigan recordando por aquella canción de Papá, cuéntame otra vez...? "Mucha gente no entendió nada", dice Ismael que cambia la caña por un vino tinto. "No era un arrebato de nostalgia sino un reproche a una generación que decía haber estado en el mayo del 68 y se mostraba impasible ante, por ejemplo, la guerra en la antigua Yugoslava".
No es hasta la tercera parada, un restaurante gallego, cuando Ismael, pese a haberse casado por lo civil -lo hizo la alcaldesa de Córdoba Rosa Aguilar- se atreve a reconocer su devoción por los Santos. "Los santos laicos, que como las meigas, existen". De su bolsillo saca una estampita, mientras de fondo se oye el ruido de una comida de empresa. La imagen pagana es de San Pugliese. Osvaldo Pugliese, una de las glorias del tango argentino, al que muchos músicos rinden pleitesía. "Sólo me encomiendo a él antes de los conciertos". Una estampa que este fin de semana no saldrá de su bolsillo.
Escrito por Lino Portela en El País.
Espacio y parroquianos parecen detenidos en el tiempo. Póngase, principios del siglo pasado. "No, no, antes", corrige Dani, al frente del bar desde que su padre, ilustre y conocido vecino, falleció hace tres años. "Esta taberna lleva abierta desde 1875. Y antes fue botica". Quizá donde se guardaban las fórmulas y las medicinas que se precisaban en el Palacio Real, a pocos metros de allí. "O eso dice la leyenda...".
Desde la barra el cantautor escucha la historia con atención, sorpresa y una cañita en la mano. "Vengo mucho por aquí, pero esa historia no la sabía", dice. El trayecto que a menudo hace Ismael para posarse en esta barra es muy corto, ya que su estudio de grabación, Los paraísos desiertos, está casi pared con pared con Casa Dani.
Allí el cantautor madrileño ha compuesto y grabado sus tres últimos trabajos. Ismael tiene también varias historias por contar. Y en su caso, están confirmadas al 100%. La última se llama El hombre que corría tras el viento, una película que se estrenará en abril y donde el cantautor se pondrá por primera vez frente a la cámara. "Es la historia de un hombre que se enamora de una mujer a la que ve tras la ventana, pero no se atreve a decir nada. Trata sobre la incapacidad de asumir riesgos", explica mientras apura la cerveza. ¿Le ocurre lo mismo a Ismael? ¿Suele evitar los riesgos? "No, yo tengo mi propio estudio, mi propio trabajo... He arriesgado bastante, y me siento un privilegiado. Muchos me acusan de anacrónico por reivindicar la figura del cantautor. Vale, no voy a hacer de pronto música electrónica... pero es un género que todavía tiene mucha vigencia". Y si no que se lo digan a las 4.000 personas que llenaron ayer y hoy, domingo, el Palacio de Congresos -con las entradas agotadas-, donde Ismael presentará su nuevo trabajo Un lugar soñado, un disco-dvd grabado en directo este verano en dos de los 10 días que llenó el teatro Gran Rex, de Buenos Aires. "En España tenemos el problema de que examinamos la música demasiado pronto", dice. "Allí en Suramérica sientes como que están esperando un disco para oírlo y luego, si se tercia, criticarlo".
Segunda parada. Sobre la barra de El tempranillo. Rodolfo Serrano, periodista, escritor, poeta y padre del protagonista, espera en la barra con dos amigos. A sus 34 años Ismael Serrano conserva la esencia de aquella tribu de cantautores que llenaron locales como Libertad 8 en los años noventa. ¿No le molesta que le sigan recordando por aquella canción de Papá, cuéntame otra vez...? "Mucha gente no entendió nada", dice Ismael que cambia la caña por un vino tinto. "No era un arrebato de nostalgia sino un reproche a una generación que decía haber estado en el mayo del 68 y se mostraba impasible ante, por ejemplo, la guerra en la antigua Yugoslava".
No es hasta la tercera parada, un restaurante gallego, cuando Ismael, pese a haberse casado por lo civil -lo hizo la alcaldesa de Córdoba Rosa Aguilar- se atreve a reconocer su devoción por los Santos. "Los santos laicos, que como las meigas, existen". De su bolsillo saca una estampita, mientras de fondo se oye el ruido de una comida de empresa. La imagen pagana es de San Pugliese. Osvaldo Pugliese, una de las glorias del tango argentino, al que muchos músicos rinden pleitesía. "Sólo me encomiendo a él antes de los conciertos". Una estampa que este fin de semana no saldrá de su bolsillo.
Escrito por Lino Portela en El País.
4 Comentarios
Gracias por este post.
Un saludo.
eigual - www.escriboaqui.es
Saludos!
el reportaje me ha encantado .... creo que a pesar de estar de lleno en la cresta de la ola, con su carrera muy consolidada y siendo referente y figura indiscutible de la canción de autor (conozco a más de uno que podría llevarlo de estampita), le veo más cercano que nunca .... y eso es lo que en el fondo le hace más grande .... y mira que yo ando más bien en desencuentro ....
en fin!que ya te he soltado el sermón ....
Felices Fiestas y Feliz año .... que a pesar de la dichosa crísis no se nos acabe esto que nos une que es la música .... nos vemos!
muÁ
Y que lindo leer de la estampita de San Pugliese...
En fin, he quedado maravillada.
Besos desde Neuquen, Patagonia Argentina