Ser feliz es ser jovial / buscar en esta tierra el cielo que otros soñarán". La canción se titula En mi rincón, da nombre al cuarto álbum de Antonio de Pinto (Madrid, 1969) y conserva parte de ese candor del que este cantautor, uno de los predilectos de Ismael Serrano, siempre hizo gala. Tímido, agudo y sentimental, De Pinto confirma parcialmente la leyenda urbana según la cual aprendió a tocar la guitarra, a los 23 años, "para impresionar a las chicas". No parece que le haya ido del todo mal: tiene dos churumbeles y la música le ha permitido abandonar su antiguo trabajo, un tanto calamitoso, como vendedor de muebles de cocina. Este domingo presenta este nuevo disco, grabado, como sus antecesores, de forma autogestionada.
Pregunta. ¿Celebró de modo especial su 40º cumpleaños?
Respuesta. En silencio e intentando no darle demasiada importancia, porque es fácil entrar en conflicto con uno mismo en este momento de la vida. Conservo la música como prioridad, pero aún no he sacado demasiadas grandes conclusiones. Ésas las dejaré para el testamento...
P. ¿En su rincón hay más certezas o incertidumbres?
R. Intento conservar, como mínimo, ese punto de ingenuidad sin el que el mundo dejaría de merecer la pena. Y escribo aún por intuición, reivindicando una fresca inmadurez. Sin un poco de chispa, la razón no funciona.
P. Ismael Serrano, Luis Felipe Barrios, Matías Ávalos... ¿Se siente integrante de aquellos nuevos juglares de los noventa?
R. Todos formamos parte de una generación y además noto que con 40 años los prejuicios me dificultan hacer nuevos amigos. Quizá por ello no termino de pillarle el punto, aunque lo intento, a la generación posterior de cantautores. A muchos los veo más integrados en la moda pop. Ah, y no son tan de izquierdas; son otra cosa.
P. A ver si alguno le toma ahora a usted por radical...
R. Qué va. Yo sólo soy radical a la hora de defender la pasión por la música. Luego tengo contradicciones, como todo el mundo. Soy un hombre de naturaleza alegre que escribe canciones más bien tristes.
P. ¿Es cierto que se hizo cantautor en la facultad para impresionar al sector femenino?
R. Todos nos inventamos historias de las que conviene creer menos de la mitad. Con todo, eso de impresionar a las chicas, aunque sea a la mía, sigue siendo el pan nuestro de cada día. También hay que rendir en casa, ¿no?
P. ¿Considera Madrid una geografía propicia para escribir canciones?
R. Sin duda, y más cuando vives en un lugar como la corrala de Miguel Servet. Lavapiés es un barrio donde los acontecimientos te asaltan por la calle. Y a pie de barra, claro. Me he tomado muchos cafés extras para terminar de escuchar historias en los bares.
P. Grabó el disco en su propia habitación. ¿Se volvió un poco eremita?
R. He pasado tres años encerrado, eso es verdad. Estuve alternando las canciones y el aprendizaje del estudio doméstico. Los avances tecnológicos son muy golosos y a veces me entraron ganas de sonar a Frank Sinatra con orquesta, pero al final me supe contener. En mi rincón es, finalmente, un disco acústico que se puede defender muy bien sobre el escenario.
Antonio de Pinto. Domingo 4, a las 21.30, en Galileo Galilei (Galileo, 100; metro Islas Filipinas); 6 euros.
Pregunta. ¿Celebró de modo especial su 40º cumpleaños?
Respuesta. En silencio e intentando no darle demasiada importancia, porque es fácil entrar en conflicto con uno mismo en este momento de la vida. Conservo la música como prioridad, pero aún no he sacado demasiadas grandes conclusiones. Ésas las dejaré para el testamento...
P. ¿En su rincón hay más certezas o incertidumbres?
R. Intento conservar, como mínimo, ese punto de ingenuidad sin el que el mundo dejaría de merecer la pena. Y escribo aún por intuición, reivindicando una fresca inmadurez. Sin un poco de chispa, la razón no funciona.
P. Ismael Serrano, Luis Felipe Barrios, Matías Ávalos... ¿Se siente integrante de aquellos nuevos juglares de los noventa?
R. Todos formamos parte de una generación y además noto que con 40 años los prejuicios me dificultan hacer nuevos amigos. Quizá por ello no termino de pillarle el punto, aunque lo intento, a la generación posterior de cantautores. A muchos los veo más integrados en la moda pop. Ah, y no son tan de izquierdas; son otra cosa.
P. A ver si alguno le toma ahora a usted por radical...
R. Qué va. Yo sólo soy radical a la hora de defender la pasión por la música. Luego tengo contradicciones, como todo el mundo. Soy un hombre de naturaleza alegre que escribe canciones más bien tristes.
P. ¿Es cierto que se hizo cantautor en la facultad para impresionar al sector femenino?
R. Todos nos inventamos historias de las que conviene creer menos de la mitad. Con todo, eso de impresionar a las chicas, aunque sea a la mía, sigue siendo el pan nuestro de cada día. También hay que rendir en casa, ¿no?
P. ¿Considera Madrid una geografía propicia para escribir canciones?
R. Sin duda, y más cuando vives en un lugar como la corrala de Miguel Servet. Lavapiés es un barrio donde los acontecimientos te asaltan por la calle. Y a pie de barra, claro. Me he tomado muchos cafés extras para terminar de escuchar historias en los bares.
P. Grabó el disco en su propia habitación. ¿Se volvió un poco eremita?
R. He pasado tres años encerrado, eso es verdad. Estuve alternando las canciones y el aprendizaje del estudio doméstico. Los avances tecnológicos son muy golosos y a veces me entraron ganas de sonar a Frank Sinatra con orquesta, pero al final me supe contener. En mi rincón es, finalmente, un disco acústico que se puede defender muy bien sobre el escenario.
Antonio de Pinto. Domingo 4, a las 21.30, en Galileo Galilei (Galileo, 100; metro Islas Filipinas); 6 euros.
2 Comentarios
Me encanta la sencillez que respira cada uno de los catorce cortes del disco, las letras de cada canción, que hacen que te puedas parar a saborearlas y pensar y disfrutar de la historia que te están contando.
Me encantan por ejemplo: "Telaraña", "El columpio de Mónica", "Amuleto" o "1+1" tema que comparte con César Rodríguez.
En definitiva, un disco que recomendaría a todo el mundo. Muy trabajado y en el que ese aire "acústico" del que nos habla Antonio en la entrevista lo llena de magia, pues puedes imaginarte al autor, sentado en tu sofá con su guitarra cantándote cualquiera de las canciones del disco.
Son sólo diez euros de pura felicidad musical. Ojalá pueda ir mañana a Galileo a disfrutar del directo.
Un abrazo.