Lectura de poemas en compañía de Jabier Muguruza (cantautor), Rodolfo Serrano (escritor), Miguel Copón (filósofo, pintor) y Fernando Guerrero (editor)
El temple de una voz se define en el modo en que se sostiene sobre el silencio. Si todo es un modular del aire, ¿en qué modo se distinguen hablar, recitar, cantar? Si el centro es la voz, algo indescifrable ha de ser lo que marque las distancias en que se recibe, se proyecta, nos envuelve.
Por su parte, un libro se lanza como la voz espera el eco. En este curioso objeto, el autor escucha su voz en los ojos de los otros. El poeta reconoce sus lugares. Los concreta. Si sabor y saber son palabras de la misma raíz, la voz de Pablo Guerrero sabe a tierra y luz, al mar como forma lejana y de una amplitud insondable, cósmica. La dehesa, el abrazo, el árbol, son cercanas, como también lo es el espacio de una infancia entendida como un retorno, no como una nostalgia.
Niño sin dolor, con el sabor salado del mar en la dehesa, en un juego especular de espacios, lo más lejano, sin medida, plural, rumor de olas sin tiempo ni fin; lo cercano, erotizado por el tacto, la piel, el sabor, la sinestesia de la presencia de otro amado, amigo, abierto, en espera. Un espacio próximo abierto en esperas para que acuda a la cita, como lo más orgiásticamente maravilloso, toda la lejanía en el que la mirada, la voz, siendo tan propia, contiene la voz, la mirada del otro que soy, ya, yo.
"Los cielos tan solos" en la Feria del Libro de Madrid
Pablo Guerrero firmará ejemplares el sábado 5 de junio desde las 18:30 horas (Caseta nº. 108)
El temple de una voz se define en el modo en que se sostiene sobre el silencio. Si todo es un modular del aire, ¿en qué modo se distinguen hablar, recitar, cantar? Si el centro es la voz, algo indescifrable ha de ser lo que marque las distancias en que se recibe, se proyecta, nos envuelve.
Por su parte, un libro se lanza como la voz espera el eco. En este curioso objeto, el autor escucha su voz en los ojos de los otros. El poeta reconoce sus lugares. Los concreta. Si sabor y saber son palabras de la misma raíz, la voz de Pablo Guerrero sabe a tierra y luz, al mar como forma lejana y de una amplitud insondable, cósmica. La dehesa, el abrazo, el árbol, son cercanas, como también lo es el espacio de una infancia entendida como un retorno, no como una nostalgia.
Niño sin dolor, con el sabor salado del mar en la dehesa, en un juego especular de espacios, lo más lejano, sin medida, plural, rumor de olas sin tiempo ni fin; lo cercano, erotizado por el tacto, la piel, el sabor, la sinestesia de la presencia de otro amado, amigo, abierto, en espera. Un espacio próximo abierto en esperas para que acuda a la cita, como lo más orgiásticamente maravilloso, toda la lejanía en el que la mirada, la voz, siendo tan propia, contiene la voz, la mirada del otro que soy, ya, yo.
"Los cielos tan solos" en la Feria del Libro de Madrid
Pablo Guerrero firmará ejemplares el sábado 5 de junio desde las 18:30 horas (Caseta nº. 108)
4 Comentarios
Abrazos
Sólo cruzar dos palabras con aquel cansado hombre fue suficiente para saber que no eran magia sus manos sino su vida, y con ella, todos sus recuerdos.