Excelentísimo, Ilustrísimo y Carísimo, don Alberto Ruiz Gallardón. Implorando perdón por interrumpirle en sus numerosas ocupaciones y preocupaciones y en nombre de un nutrido colectivo de ciudadanos de esta, suya y nuestra, Villa y Corte, de los milagros y los peligros, me atrevo, oso (y madroño), a solicitar de su generosidad, demostrada hasta el despilfarro, la adjudicación de una vía del profuso callejero madrileño a don Hilario Camacho, flor de cantautorores y espejo de virtudes musicales, que fue nativo y vecino de esta ciudad de nuestros desvelos, que son, o al menos deberían, ser los suyos.
Rebosa el mapa de la villa de avenidas, plazas y calles encomendadas a héroes y santos, generalitos y generalazaos, próceres eméritos y políticos de los de catorce por docena y acoge rúas que recuerdan inolvidables efemérides, y otras que mejor estarían en el olvido. La ciudad tiene mala memoria y otorga escaso reconocimiento a sus artistas, creadores y divulgadores de la imagen y la fama, el alma, el corazón y la vida de nuestra populosa y ajetreada urbe. Hora es de ir compensando nuestra desmemoria colectiva con el reconocimiento público y viario de ciudadanos como el referido Hilario Camacho, singular retratista sonoro de los estados de ánimo de Madrid y de sus habitantes, pues en la obra, esclarecedora y múltiple de este hijo universal de Chamberí, la ciduad y sus pobladores se funden, lo objetivo y lo subjetivo se abrazan y los ritmos y los biorritmos se entrelazan. Territorio del amor y de la melancolía, de la soledad y la amistad, principio y fin de todos los viajes, el Madrid de Hilario Camacho emerge en las esquinas de nuestras vivivencias, forma parte de nuestras biografías , suscita nuestras nostalgias, se cuela en nuestros corazones y fundamenta nuestra petición.
La calle de Hilario Camacho puede ser una calle cualquiera pero no puede ser cualquier calle, no quiere ser avenida, ni plaza, ni albergar estatua ni monumento, ni lápida votiva, solo cuatro sencillas placas en las cuatro esquinas donde reencontrarnos. Calle entreverada de sol y sombras sabiamente dosificadas con más silencio que bullicio para seguir escuchando su voz de inefables matices y los entonados acordes de su guitarra cómplice. No necesita nuestra calle lujosos comercios ni peripuestos edificios, aunque no estaría de más algún escaparate en el que se refleje al paso su fantasma entrañable, y un bar, al meos uno, hospitalario y modesto, en el que brindar por su recuerdo y rememorar sus días y sus obras. Una calle de poco tráfico y buenos vecinos de los que gustan detenerse en las aceras a comentar la jornada. Callejuela de barrio con gatos asilvestrados, gorriones audaces y perros civilizados haciendo cola alrededor de las farolas. Calle de Chamberí, si cabe solicitar de Su Ilustrísima semejante merced, gracia que espera alcanzar de su recto proceder, el abajo firmante, Moncho Alpuente, cronista de esta noble villa y compañero de aventuras y desventuras, gozos y zozobras del añorado artista cuya memoria honramos esta noche.
MONCHO ALPUENTE
Madrid, 20 de diciembre de 2010.
1 Comentarios
Sr Gallardón ¿para cúando la calle de Hilario Camacho en Madrid? A mi me trajo hasta aquí la estrella de Enrique Morente que me guió hasta el consistorio y venía cantando Rocío Jurado, porque a los dos les hacía ilusión que Hilario fuera profeta en su tierra........